Vallecas

 
 
 
 Ojos de serpiente en el reino de las casas de apuestas,
 Dióxido de nitrógeno y de carbono a partes iguales,
 Prepárate, que va a estallar el Obús, baja las escaleras,
 Entramos en el túnel, comenzamos viaje en Puente de Vallecas.
  
 Tatuajes, números de la suerte, casi siempre mala,
 Mítica espada artúrica que desapareció en el fragor de la multiculturalidad,
 Locales de ensayo, salas de conciertos en desuso, los niños ya no quieren ser rockeros.
 Seguimos nuestro camino a la altura de Nueva Numancia.
  
 Ska y pasodobles resuenan por igual, aderezados con azúcar latina,
 Late el corazón franjirrojo del barrio, de todos los barrios del mundo,
 En el estadio de Vallecas sueña la working class con derrota tras derrota llegar a la victoria final.
 Agárrate los machos, que estamos pasando la Albufera a la altura de Portazgo.
  
 Noches de verbena y carnaval. Desfiles, manifas y fiestas,
 Campamento base para la ascensión a las siete tetas, escote que es un balcón para Madrid.
 Mi Buenos Aires querido, en el fondo de un pozo lo encontramos,
 Entre las Palomeras, Portazgo y las tetas. Seguimos camino.
  
 Tiendas de toda la vida que resisten como gato panza arriba
 Ante la presión del capital que también quiere imponerse con su brutal fiereza.
 Pero no es Vallecas, fiera para domar. En Alto del Arenal encontramos
 Oasis de anarquía y lucha, soñadores luchando por alcanzar el mar.
  
 El siguiente alto en el camino es ante el rostro luminoso de alguien
 Que nunca pisó estas aceras, pero es un vecino más del Barrio.
 Querido Miguel Hernández, cuanto de echamos de menos por aquí.
 Aunque nunca estuviste, tus huellas calaron hondo en el barro de las calles.
 Pasamos la barrera que el gran Madrid impuso para dividir el barrio en dos,
 Ya sabéis, divide y vencerás pensaron, aunque la lucha está garantizada hasta el final.
 Entre kundas y naves abandonadas, y pasando el campus donde los cerebros más brillantes
 Del barrio sueñan con un futuro mejor, llegamos a Sierra de Guadalupe.
  
 Corazón de la Villa, Plaza de pueblo de verdad. Testigo de cómo empezó todo,
 Tenemos a la torre de la iglesia en honor a la virgen de ese mismo nombre.
 Bares y ambiente, grupos de abuelitos al sol, de compra al mercado de abastos,
 Saluda al vendedor de cupones, que te conoce por tu nombre y sigue camino.
  
 Antiguo Finisterre del pueblo, luego del monstruo que lo engulló.
 Congosto ahora queda en tierra de nadie, como puente entre lo viejo y lo nuevo.
 No es pueblo ni es polígono, no es Santa Eugenia ni es Ensanche,
 Y a la vez es un poco de todo, como es Vallecas en sí misma.
  
 La Gavia como puerta a lo nuevo, fiel reflejo de como se hacen las cosas en estos tiempos,
 Arroyo desecado, toneladas de alquitrán para enterrar el antiguo curso,
 Y las cárcavas que el correr del agua excavó en el terreno.
 Hogar de sueños y familias que nacen y crecen en un Nuevo Vallecas.
  
 Al otro lado de otra herida alquitranada, la segunda que atraviesa Vallecas,
 Y también intento, otra vez de desunir a los vecinos, que caen de nuevo en la trampa.
 Centro Comercial, símbolo de los tiempos, que trata de dar estatus diferente
 A Las Suertes, aunque al otro lado del parque está el aviso de lo que sigue siendo el Sureste.
  
 De aquí al final, Valdecarros, lienzo sobre el que se mezclan corralas de nuevo cuño,
 Casas de quiero y no puedo, algún que otro despistado que quiere luchar contra la evidencia,
 Queriendo negar la realidad, de que les guste o no, esto sigue siendo Vallecas…
 A lo lejos, como en un espejo, se ve lo que este barrio fue, no hace tanto tiempo. 

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